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Fotografía propiedad de la autora |
Nudos
Aquella seda azul de tu pañuelo
donde anudé deseos a tus risas,
ciñendo la cintura del verano…
Tembló, bajo la lluvia de una tarde,
entre tu sombra y la borrasca
derramada en otoños, por las olas.
El viento desgarró los dulces nudos
de aquel trozo de seda en una playa.
Se perdieron tus risas en la espuma
y fueron naufragando mis anhelos
lastrados por silencios y almanaques,
disueltos contra el tiempo, frente al agua.
Albergó la tristeza en sus cabellos
─ ave furtiva y malos pensamientos ─
cuando huyó la esperanza de su nido.
Varada en páramos de angustia,
aprendió a pintar una sonrisa
sobre sus tristes comisuras
con el carmín del disimulo.
Guardó su dignidad en un bolsillo
junto a las llaves de esa casa
que nunca dejaría.
Y fue una buena esposa.
Eso dijeron todos
el día en que las lágrimas borraron
sus ganas de fingir y seguir viva.
donde anudé deseos a tus risas,
ciñendo la cintura del verano…
Tembló, bajo la lluvia de una tarde,
entre tu sombra y la borrasca
derramada en otoños, por las olas.
El viento desgarró los dulces nudos
de aquel trozo de seda en una playa.
Se perdieron tus risas en la espuma
y fueron naufragando mis anhelos
lastrados por silencios y almanaques,
disueltos contra el tiempo, frente al agua.
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Buena esposa
Albergó la tristeza en sus cabellos
─ ave furtiva y malos pensamientos ─
cuando huyó la esperanza de su nido.
Varada en páramos de angustia,
aprendió a pintar una sonrisa
sobre sus tristes comisuras
con el carmín del disimulo.
Guardó su dignidad en un bolsillo
junto a las llaves de esa casa
que nunca dejaría.
Y fue una buena esposa.
Eso dijeron todos
el día en que las lágrimas borraron
sus ganas de fingir y seguir viva.