José Gerardo Vargas Vega

Propiedad 
del
Autor




Hay que abandonar
el letargo de la noche




       El amanecer entra por la ventana y se presenta altanero, provocador. Me ordena que salga inmediatamente de la cama y prepare todo lo necesario para comenzar a recorrer la senda diaria.
       He de llenar la blancura de la soledad con las razones que me entrega, palabras ausentes que tengo que buscar en los recodos de un sendero que sólo a mi me pertenece, pero he de ganarme la confianza del destino, tengo que huir de viejos fantasmas y ponerme a buscar, con urgencia, esas soledades muertas, comenzar a dibujar el verdadero poema sobre el rostro entristecido de la aurora, el único que merece la pena, es preciso abandonar, cuanto antes, el letargo cálido de la noche y robar ilusiones nuevas a las estrellas fugaces.
       Las horas pasan demasiado deprisa y, tal vez, no disponga del tiempo necesario para finalizar aquel poema que sueña con arrojarse al abismo blanco, desea perderse entre palabras moribundas y encontrar aquellas ilusiones doradas que les permita hallar su razón de ser.
       Es necesario robarle a la nostalgia las imágenes más hermosas de la vida y rodearla, con suma ternura, con la magia ausente del atardecer, esa magia es la compañera ideal para ese pobre poema que, consumido por las lágrimas del abandono, está a punto de rendirse.
       El amanecer me trae, cada día, esa magia imprescindible para continuar luchando y poder componer, verso a verso, el gran poema de la vida.



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Poética del atardecer



        Mis poemas están hechos de caminos nuevos, sinceros, prometedores, que parecen dirigirse hacia horizontes trasparentes, dichosos, pero luego son, sencillamente, ilusiones efímeras que desaparecen en un atardecer caótico, en el que las imágenes se distorsionan y acaban el espejo polvoriento de la nostalgia. Los versos enloquecidos se aferran a una estrella luminosa pero todo es fugacidad, recuerdo de viejas ilusiones que no pudieron florecer entre la soledad del alma.
       Las palabras tratan de unir a esos versos, incapaces de mantener la cordura, desean ir dibujando el poema, quieren encontrar el sentido exacto a las cosas, anhelan saber cuál es el verdadero sentido de la vida. Sin embargo, el horizonte se aleja y los atardeceres son, cada vez, más sombríos y las sendas se cubren de hojas secas.
       Espero, confío en el mañana, las palabras no pueden ser tan crueles, han de dejarme gritar y acabar el poema definitivo.