María José García Molina

Fotografía propiedad
de la autora




La perra vida





¿Quién vio primero? Yo a la luz, o la luz a mí.
Por aquel sendero por el que me arrastraba
y por el que empujaba para al fin salir,
a buscar esa vida que sorpresas daba
y en la que anhelaba el ser feliz.
Pero me vino un revés y luego un derecho y…así una y otra vez.
Y así tambaleo hasta llegar al fin,
donde vuelvo a encontrar el negro sendero de la luz al fondo,
que dicen algunos que es volver a empezar…
¿Empezar? Me pregunto.
No quiero reveses, sino derechos, 
que prefiero quedar en la tranquilidad del centro.
Que yo aquí me quedo, que me quiero quedar en el medio certero,
a medio camino entre la luz primera y la de después, no vaya a ser…
que allí no haya nada…y no pueda volver.



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Tres eran tres



Tres eran tres las hijas de Elena, tres eran tres las que yo viera,
tres eran tres las que bebiera
¿Y si no fueran tres las que hubiera? Pues tres jarras quizá… demasiadas.
¡Por Dios treinta dedos! ¡Seis pies por el suelo!
¡Pardiez que me muero! Borracho me encuentro.
A casa corriendo, me voy y me acuesto.
Si viene mi doña y en esta me haya, ya puedo correr hacia la playa.
A casa corrí más tres casas vi y, ¿dónde me metí?
en la de doña Petra, que tres camas tenía con tres Petras orondas.
¡Qué noche pasé!
Y cuando desperté y yo allí me vi, a mi casa hui a dar cuenta, ¡qué lío!
Le conté que un tío me embaucó de noche a que le llevara a arreglar el coche.
De la primera hostia me voló la diestra, de la segunda la siniestra
¿Y qué hago yo sin orejas?
Pues entonces decidí no beber tres sino una y
no ver más a tres hijas de Elena, ni treinta dedos, ni seis pies, 
ni tres casas con tres camas con tres Petras a la vez;
que con mi doña me quedo, sin problemas, sin orejas
y sin que el diablo me venga a ver.